Avant

No gano el concurso del Fondo Nacional de las Artes.

Me acuesto tarde.

Es lunes.

Me levanto temprano.

Me pregunto qué va a pasar hoy.

Soñé.

Recuerdo remover un caldo espeso de una olla gigante llena de pescados, un gato negro, ojos y caracoles.

No paraba de revolver.

De pronto aparece una vieja. Le pregunto cuándo iba a inaugurar su restaurant para gente con problemas de estreñimiento.

Vuelvo a mirar el caldo de la olla y ahora es agua cristalina.

Después me cuenta ella lo que soñó.

Se acuerda que fueron tres sueños.

Me cuenta el primero y el tercero.

El del medio no, no lo recuerda.

En un sueño ella jugaba al tenis. En vez de tener una raqueta en la mano tiene los papeles que entregó para pedir un subsidio de arte.

En el otro sueño ella se compra una bikini amarilla para usar en la pista de esquí francesa Courchevel.

Más tarde él me cuenta que los pañales no son un detalle. Me promete que me llamará pronto sin embargo, no le creo.

Ella inventa artesanías los fines de semana. Dice que se aburre del marido, de sus hijos y del trabajo más seguido de lo que quiere.

A vos te digo que te extraño. Te tiro besos al aire. Te digo que estás radiante. Que podés sellar mi piel las veces que quieras.

Se va.

En seguida me escribe por whatsapp  que estoy hermosa.

A aquél otro le digo que está muy pálido, que necesita broncearse en la playa urgentemente.

Él me confiesa que ninguno de los dos conoce de relaciones sanas.

Me defiendo. Le digo que siempre hay una posibilidad de modificar algo.

Él prefiere la verdad antes que cualquier otra cosa.

A ella le digo que es difícil romper patrones emocionales. Uno siempre repite. Le escribo en su cuaderno: la repetición, divina gloria!

Una mujer más grande que yo escucha mi conversación con un tercero e interrumpe. Me dice que después del almuerzo tenemos que hablar.


 

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